Andrés de Urdaneta y Ceráin, marino, militar, cosmógrafo y religioso al servicio de Felipe II, ha sido injustamente olvidado por nuestra historia naval a pesar de haber descubierto una de las más importantes rutas marítimas de todos los tiempos.
Según el autor, Urdaneta fue «un gran navegante y un sabio, un valeroso soldado por tierra y por mar, y un hombre bueno que consiguió lo que intentaron Colón y Magallanes: hacer posible Hispano-Asia». Rodríguez afirma que «la presencia y el legado españoles no solo en Filipinas, Marianas y Carolinas, sino en muchos otros lugares, desde Camboya a Japón y Corea, desde los puertos chinos a Nueva Zelanda y otras islas en toda su extensión, fue fruto de la labor de este hombre de grandes y variadas capacidades, calidad humana y una modestia y honradez realmente extraordinarias, que ha pretendido ser borrada por dominadores posteriores