Contra Armada

Todos hemos oído hablar de la trágica historia de la Armada Invencible según los antiguos relatos. Todos escuchamos que Felipe II, arrastrado por sus ansias de poder, lanzó la Gran Armada hacia la pacífica Inglaterra, una flota descomunal para someterla al yugo español. Sin embargo, la pequeña Inglaterra venció en este injusto ataque del fanatismo católico y consiguió aplastar a una España intolerante, atrasada y ambiciosa que sojuzgaba a los pueblos de medio planeta. La Armada española fue así destruida, lo que supuso el principio del fin del imperio español y el comienzo del imperio inglés, que traería la libertad a los seres humanos. ¿Qué ocurriría si todo este relato tuviese tanto que ver con la realidad como las historias de Popeye el marino, su novia Olivia y el malvado Brutus? Pues no vamos muy desencaminados al lanzar semejante afirmación, ya que nunca un relato histórico, aceptado por la comunidad internacional y asumido por historiadores propios y extraños, se ha alejado tanto de lo acontecido.

En realidad, fue la propia Inglaterra de Isabel I la desencadenante de la guerra al atacar impunemente y durante más de dos décadas a España en tiempos de paz. Tales agresiones generaron una serie ininterrumpida de casus belli que Felipe II, con paciencia bíblica, dejó pasar hasta que la situación se hizo demasiado dolorosa. Entonces el Rey Prudente mandó la Gran Armada de 1588 contrarmada Isabel I para acabar con estos ataques piráticos. Aquella flota consistía en un formidable convoy de barcos de transporte de tropas escoltado por 20 galeones, que debía unirse con las tropas españolas acantonadas en Flandes, y consumar el desembarco en Inglaterra. Pero la armada inglesa consiguió abortar aquella operación anfibia española antes de que empezase, al lanzar un ataque incendiario nocturno contra la armada española fondeada en Calais a la espera. La armada tuvo entonces que hacerse a la mar, y acabaría por pasarse de largo el punto de encuentro. Así, se vio obligada a volver a España sin llegar a pisar una Inglaterra que acabaría circunvalando en sentido contrario a las agujas del reloj en su camino a casa, pues aquellos barcos sólo podían navegar dejándose arrastrar por el viento.

De los 20 galeones solo se perdieron 3 y las pérdidas se concentraron en los barcos de transporte. Pero es de resaltar que, de estas naves de transporte malogradas, las dos terceras partes no eran españolas, sino flamencas, alemanas o mediterráneas. En todo caso, 33 barcos no volvieron a España. Aprovechando la momentánea debilidad de Felipe II, Isabel I decide lanzar un ataque masivo para destruir los cien barcos regresados antes de que estén aprestados para volver a salir al mar. Así, zarparán de Plymouth 180 naves y 27.667 hombres el 29 de abril de 1589 con aviesas intenciones. Es una flota más grande de española del año anterior. ¿Cómo es posible que de ésta no hayamos oído hablar? ¿Qué razón habrá detrás de semejante enredo? Pueden imaginarse el motivo: la armada inglesa será derrotada y su derrota será minuciosamente ocultada por Inglaterra durante siglos. Sin embargo, esta derrota duplicará, tanto en barcos como en bajas humanas, las pérdidas de la “Invencible”, aunque cueste creerlo. Efectivamente, solo 102 barcos regresarán a Inglaterra y el número de los malogrados duplica al de los perdidos por la Gran Armada. En el caso de los hombres las cifras son aún más devastadoras, pues sólo se presentarán a la paga 3.722 participantes, con lo que la Contra Armada sobrepasa las 20.000 bajas, duplicando así las pérdidas de la Gran Armada, y convirtiéndose en la mayor catástrofe naval de la historia de Inglaterra.

Pero no solo las frías estadísticas nos hablan de la importancia de la derrota de la Contra Armada, pues su trascendencia histórica radica en que abortó una penetración masiva y temprana de Inglaterra en los territorios americanos de Felipe II que hubiera resultado irreversible, imposibilitando la existencia actual de Iberoamérica. La ocultación de un evento histórico de tal calado hasta hoy parece muy dificultosa de alcanzar, pero, aun así, tal ocultación fue un completo éxito durante siglos. Este asunto atesora enorme interés y el autor le dedica una gran atención. Además, nos pone en alerta máxima ante nuestros supuestos conocimientos acerca de la gran historia convencional europea. Resulta inevitable preguntarse cuáles de ellos están tan distorsionados como nuestra imagen disparatada de la Invencible y de aquella guerra anglohispana.

La obra que se presenta, publicada en inglés en 2018, ha tenido impacto internacional debido precisamente a que presenta un hecho de armas totalmente inesperado. Así, la puesta en valor de la Contra Armada conlleva al tiempo la apuesta por la nueva bibliografía española, y la reubicación de mucha bibliografía inglesa en una situación límite que exige una nueva lectura crítica sobre ella. Y es que la historia no sólo es deudora del empirismo de la investigación documental, sino que también es un instrumento de control político. Esta última dimensión prima sobre la primera y así encontramos un importante obstáculo para la integración de la historia dentro de las ciencias humanas, a menos que seamos plenamente conscientes de sus limitaciones. Todos estos asuntos serán tratados en las conferencias, así como cualquier otro que los asistentes tengan a bien preguntar para ampliar nuestros conocimientos sobre este apasionante tema.