La vuelta al mundo de Elcano

La expedición dirigida inicialmente por Fernando de Magallanes, aunque respaldada por una ambiciosa visión, no tenía como misión primordial dar la vuelta al mundo. Su objetivo central era descubrir la Especiería situada en el extremo oriental de Asia. Este desafío, aunque en sí mismo monumental, no preveía las circunstancias extraordinarias que finalmente determinarían el curso de su viaje. Sin embargo, tras encontrar la Especiería y enfrentarse a la adversidad, incluyendo la lamentable pérdida de Magallanes, la tripulación se encontró en una encrucijada sobre cómo regresar a España. Fue en este momento crucial, cargado de incertidumbre y responsabilidad, que los capitanes Elcano y Espinosa tomaron decisiones divergentes sobre la ruta a seguir. Este importante dilema no fue resuelto de forma unilateral, sino que se tomó de manera asamblearia junto con los principales oficiales de la expedición. Aquellos a bordo de la nao Victoria, bajo la dirección de Elcano, optaron por una ruta que les obligaría a cruzar el hemisferio controlado por los portugueses. Esta decisión, arriesgada y valiente, implicaba no detenerse en tierras portuguesas, lo que, a efectos prácticos, significaba atravesar medio mundo sin paradas significativas. Era el audaz plan de Elcano. Optando por este recorrido, Elcano eligió la parte del mundo repleta de desafíos y dificultades inauditas. A pesar de los riesgos, veía una oportunidad sin igual. Sin embargo, había una ventaja única y brillante: serían los primeros en lograrlo. Esta primacía fue lo que Elcano consideró su mayor triunfo. En una carta al rey desde Sanlúcar de Barrameda para anunciar su arribo, Elcano quiso subrayar este inmenso logro. No destacó únicamente el descubrimiento de la Especiería ni la identificación del estrecho que conectaba el Atlántico con el Pacífico. Su orgullo radicaba en haber sido el primero en evidenciar, mediante una hazaña sin precedentes, «la redondeza del mundo».