Cuando alguien comienza a destacar en algún ámbito de la vida —político, social o económico— o amenaza con dominar un mercado o un sector, sus competidores o perjudicados contratacan, incluyendo campañas de desprestigio. El Imperio Hispánico amenazó con convertirse en hegemónico en Europa, en los mares, y en el mundo. Fue el primer imperio global con presencia en los cinco continentes. En tiempos de los Austrias, dominaba sobre el sur de Italia, Holanda, Bélgica, (la propia España), Portugal y partes considerables de la actual Francia, toda la América Central y Meridional, la mayor parte de los territorios occidentales y meridionales de los actuales Estados Unidos, las islas Filipinas, Madeira, Azores, Cabo Verde, el Congo, Angola, Ceilán, Borneo, Nueva Guinea, Sumatra y las Molucas, además de numerosos establecimientos en otras tierras insulares y continentales de Asia. La Leyenda Negra constituyó el primer caso de guerra cultural planificada y autónoma. Hubo otras campañas anteriores, pero ninguna con tanta difusión y con una estrategia mantenida en el tiempo que llega hasta nuestros días. Resultaba lógico que el Imperio Hispánico fuera blanco de una propaganda negativa por parte de sus competidores ya que éstos no le ganaban en el campo de la batalla formal pues en la tierra presidían los tercios y en el mar dominaba la Armada. Por ello se planteó una fiera guerra cultural llena de bulos e imágenes y arquetipos de gran impacto, potenciados por la aparición de la imprenta, con el fin de manipular la opinión pública La estrategia de propaganda anti-hispana empieza en Italia dirigida a los primeros catalanes que por allí aparecieron, con acusaciones de marranos, impuros en la fe y también avaros. Sin embargo, acabó por afectar a todos pues a los catalanes ya en pleno siglo XV se les tenía por españoles, como señala Farinelli: «Da un lembo de la Spagna, dalla Catalogna, a noi più vicina, giudicavisi l’intero paese». Se consolidaría como campaña organizada a partir del siglo XVI en Holanda, Inglaterra, donde el papel de Francis Bacon como asesor de la reina fue fundamental, y Francia. Tuvo dos dianas principales: los reyes españoles y la religión católica que estos defendían. Europa actuaría principalmente por celos, pero también el mundo árabe mostraba deseos de venganza hacia unos reyes, Isabel y Fernando, que les habían derrotado al impedirles mantener Granada para volver a atacar a Europa por el oeste, completando lo que el Imperio otomano había logrado por el este con la caída del Constantinopla. En lugar de mostrar agradecimiento eterno a España por haberla salvado [a Europa] del dominio árabe (luego lo haría de nuevo en Lepanto), los franceses se dedicaron a decir que no habíamos aportado nada relevante al mundo y los protestantes-anglicanos pusieron todo su esfuerzo en destruirnos. El resultado fue el desprestigio del mundo hispano y la ruptura del cristianismo con el nacimiento de iglesias nacionales dirigidas a sustentar el poder (absoluto) de los nuevos soberanos, liberándolos del incómodo “control” de Roma. En 1568 aparece en holandés Artes de la Inquisición de Reinaldo González, además de en inglés, francés y alemán. En 1578 se publican las dos primeras ediciones holandesas de De Las Casas, con alteraciones que sustituían, por ejemplo, “cristianos” por “españoles”. En 1581 se edita Apología del príncipe de Orange, centrada en denigrar la figura de Felipe II y la Inquisición. El drama Don Carlos de F. Schiller, estrenado en 1787, y la ópera homónima de Giuseppe Verdi (1867), siglos después, consolidarían ese imaginario popular. No obstante, cabe preguntarse por qué se extendió más allá de la supervivencia del Imperio. Los nuevos imperios coloniales pronto se dieron cuenta que la leyenda negra hispanófoba servía como una excelente cortina de humo y “chivo expiatorio” para ocultar sus propios errores y horrores, mucho más terribles. Se instaló la exageración y la doble vara de medir: mientras se demonizaban a algunos personajes españoles, exagerando sus defectos o formulando acusaciones falsarias de salvajismo, se ocultaba el lado oscuro de los dirigentes del país del acusador y sus aliados. Fue significativo el empleo de ilustraciones cruentas, y falsas, con las que se adornaban los libros sobre España publicados en Holanda, Francia e Inglaterra, donde aparecían niños asados a la parrilla o reos sometidos a torturas múltiples (e.g. las del belga Theodor de Bry que se publicaban como cuadernillo aparte). Posteriormente, también Estados Unidos y la Unión Soviética la utilizarían, visto su éxito, por razones geoestratégicas en América. Incluso, como señala Marcelo Gullo, la comunista Cuba y el chavismo en Venezuela la han vuelto a resucitar como vía para mantener o recuperar el poder, una vez muerta la lucha de clases, y ello a pesar de que beneficie esencialmente al imperialismo cultural anglosajón. El Foro de Sao Paulo, creado el 1990 tras la caída del muro, se ha convertido en un foco indigenista negrolegendario transoceánico para recuperar el poder, vía cultura del odio, siguiendo el camino marcado Gramsci. Ya contaban con el trabajo adelantado que venía haciendo en sentido similar las Universidades estadounidenses desde los años 60. Curiosamente en esas mismas donde ha comenzado a tomar cuerpo la doctrina «woke». La leyenda negra no es por tanto cosa del pasado. Sigue vigente porque no interesa a los dos grandes bloques que se disputan el poder geopolítico que surja un tercer que puede desbaratar el tablero internacional. Así que toca preguntarse: ¿Cui Prodest?